EL ÁRBOL DEL TENERÉ
El árbol del Teneré era el último superviviente de un pequeño bosque de acacias que se desarrolló a finales de la última glaciación en esta zona, cuando el desierto del Sahara no era tan seco. El clima, fue cambiando lentamente, y la zona pasó a ser una de las más secas de la Tierra, recibiendo escasamente 2.5 litros de lluvia al año, y reduciendo el tamaño y la extensión de la cobertura vegetal del desierto del Teneré.

Nuestro protagonista aguantó mal que bien, gracias a que los beduinos lo consideraban un tabú y un auténtico faro viviente. No fue hasta 1939 que el ejército francés, con la intención de dar una utilidad al sitio, excavó un par de pozos y descubrió que la acacia hundía sus raíces más de 35 metros en la tierra para chupar el agua salobre de la capa freática que allí se encontraba. Durante las obras, uno de los camiones le dio un golpe que partió uno de los troncos que sobrevivían. Aun así, el árbol aguantó.
No fue hasta 1973, en que al haberse sustituido las caravanas de camellos por camiones, y al estar cerca de una carretera, un conductor ebrio impactó su camión sobre el pobre árbol al salirse de la vía, acabando con los más de 300 años que tenía.

Sus restos fueron llevados a Niamey (capital del Níger) donde hicieron un monumento con él. En el sitio original se hizo un "árbol" de metal para conmemorar el sitio donde estaba un auténtico milagro de la naturaleza.
María Dolores Agúndez, asociada sma. |